martes, 23 de febrero de 2010

Claudia Hass alumna de SAN CAI ARGENTINA

El tai Chi es conciencia, es regresar al propio centro, de modo de poder abrirte, percibir y fluir.
El aprendizaje se funde en uno, aparece cuando lo necesitamos, y nos sorprende. Eso es el principio de Wu-shei, de no acción, que es hacerlo sin hacer, o hacerlo simplemente al permitir que ocurra. Como cuando al cantar, sentimos que el sonido surge entero, como parte de nosotros, no como algo separado, sin tener clara conciencia desde dónde se está emitiendo.
Pero para eso es necesario ser receptivo, a uno mismo y a lo que nos rodea. Dejar de compararnos con otros, de estar siempre juzgando y juzgándonos, alejándonos así de nuestro centro. Eliminar la necesidad de demostrar, de tratar de ser especial y ser simplemente lo que somos en cada el momento.
La forma de tai Chi es como un camino en el cual andamos. A medida que avanza la practica y se adquiere mayor sensibilidad, se piensa menos en las partes de cuerpo por separado, piernas, brazos etc. Aparece una sensación de totalidad, de unidad físico-mental que irá evolucionando, cada vez menos pendientes de la perfección de cada detalle del movimiento y al mismo tiempo más concientes de la sutileza de cada detalle. Pero no se alcanza esa sutileza controlando obsesivamente el movimiento.

Es algo así como esa historia del ciempiés, que, cuando alguien le preguntó cómo hacía para coordinar sus patas, ya no pudo volver a caminar. Toda la energía toda la musculatura de todas las patas debe unirse en una acción simple al empezar a caminar y luego sólo seguir, fluir. Del mismo modo todas las posibilidades de movimiento de tai Chi deben redondearse en un inicio claro y en un movimiento que fluye.

El maestro es la naturaleza de tu cuerpo, el cuerpo como una composición orquestal. Así el cuerpo lleva a la mente a la unificación del ser, porque la mente y el cuerpo son uno solo. Debemos aprender nuevamente a mover cuerpo y mente al unísono. Cuando nos preocupamos de cada detalle, nos detenemos. El detalle por sí solo nos empantana, pero la sensación total de uno integrado, moviliza.

Entonces ocurre la danza.

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